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Javier, un hombre de 42 años, comenzó a experimentar síntomas de depresión tras una acumulación de dificultades personales y laborales. El término de una relación significativa y un ambiente laboral tóxico lo llevaron a sentirse cada vez más desmotivado, vacío y sin propósito. A lo largo de los meses, comenzó a aislarse de amigos y familiares, perdió interés en actividades que antes disfrutaba, y notó una profunda falta de energía que le dificultaba realizar incluso las tareas más simples.

Su depresión también afectó su capacidad de concentración en el trabajo, donde su rendimiento comenzó a disminuir notablemente, lo que a su vez aumentó sus sentimientos de fracaso e inutilidad.

Javier decidió buscar ayuda cuando se dio cuenta de que estos sentimientos no desaparecían, y que cada día le costaba más levantarse de la cama. Durante su proceso de psicoterapia, se trabajó con Javier para identificar los pensamientos negativos y los patrones de conducta que estaban manteniendo su depresión. A través de la terapia cognitivo-conductual (TCC), Javier aprendió a desafiar sus creencias autocríticas y a desarrollar una mentalidad más equilibrada.

Con el tiempo, Javier notó una mejora gradual en su estado de ánimo y en su capacidad para enfrentar las dificultades diarias. Los ejercicios de activación conductual lo ayudaron a reconectar con las actividades que alguna vez disfrutó, mientras que las técnicas de manejo de pensamientos intrusivos le permitieron tener más control sobre su bienestar emocional.

Gracias a la terapia, Javier no solo recuperó la motivación para su vida cotidiana, sino que también comenzó a reconstruir sus relaciones personales y profesionales. Hoy en día, se siente más empoderado y está considerando volver a estudiar para seguir avanzando en su carrera, con un renovado sentido de propósito y confianza.